Traducción: Valentín Huarte
Es posible que las mujeres trabajadoras, las personas racializadas y los hombres blancos de los cinturones industriales no se perciban espontáneamente como grupos aliados. Pero, según Nancy Fraser, es posible construir una mayoría social si reconocen en el capitalismo a su enemigo principal.
Por Olimpia Malatesta
No todos los feminismos son equivalentes cuando se trata de luchar por la igualdad. De la misma forma en que las huelgas por el cambio climático organizadas por jóvenes de todo el mundo tienen un espíritu completamente diferente al del greenwashing empresarial, las huelgas anuales del Día Internacional de la Mujer han mostrado que el liberalismo característico de figuras como Hillary Clinton no es en absoluto el único tipo de política feminista posible.
Pocas intelectuales han sido tan claras al respecto como Nancy Fraser, una crítica aguda de los feminismos que solo apuntan a posicionar a más mujeres en los directorios de las empresas y en los parlamentos. En cambio, su libro Feminismo para el 99%, escrito junto con Cinzia Arruzza y Tithi Bhattacharya, argumenta a favor de un feminismo enfocado en las necesidades de la mayoría de la sociedad.
No se trata en ningún sentido de limitar el feminismo a una concepción estrecha del lugar de trabajo. El feminismo para el 99% se trata de cómo organizar a una mayoría social detrás de una agenda común, reuniendo los intereses materiales de la gente trabajadora con frentes de batalla tales como el antirracismo, la liberación LGTB y la lucha contra la violencia machista.
En esta entrevista, Fraser conversó con Olimpia Malatesta acerca de cómo el feminismo puede ayudarnos a ir más allá de las reivindicaciones tradicionales del movimiento obrero, cómo la política anticapitalista puede reunir una mayoría social y qué tanto puede hacer el compromiso con los partidos y con el Estado para que avance el feminismo para el 99%.
OM
Un mérito clave de Feminismo para el 99% es que remarca la importancia del “trabajo reproductivo”, aun hoy concentrado abrumadoramente en las mujeres. Esto es diferente de lo que sucede con muchos análisis anticapitalistas que solo consideran las luchas desplegadas en el marco del “trabajo productivo” (salarios, horas, etc.). Usted argumenta a favor de ampliar la lucha de clases a la esfera reproductiva, luchando por servicios como el sistema de salud, la educación y el transporte públicos y la vivienda social.
Pero esto plantea otro problema. Si el bienestar fue garantizado normalmente por el Estado, pero a su vez es el Estado el que actualmente atenta contra estos servicios, ¿cómo debería relacionarse el feminismo con el Estado en sí mismo? Los movimientos feministas, ¿deberían comprometerse en la construcción de partidos progresistas (o en la radicalización de los que ya existen, como lo hacen, por ejemplo, Bernie Sanders, Alexandria Ocasio-Cortez, etc.)?
NF
Una cosa que debemos hacer las feministas, como deben hacerlo también todas las fuerzas progresistas, es defender los servicios públicos contra la austeridad que los Estados imponen en nombre del sector financiero. Debemos oponernos a la reducción y a la mercantilización de los servicios públicos. Pero esto no es suficiente.
El sistema financiero es una fuerza mundial que enfrenta a unos países con otros. Por lo tanto, no puede ser derrotado país por país. Muchas personas ni siquiera tienen un Estado que funcione realmente. Viven en Estados fallidos, en campos de refugiados o en cleptocracias. Pero también sucede que muchas personas que sí cuentan con un Estado están siendo arrastradas al precipicio por los inversores y por los bancos.
Por lo tanto, los enfoques que se basan exclusivamente en el Estado no bastan para dar una respuesta. Al contrario, lo que necesitamos es un contrapoder mundial. La lucha contra la austeridad solo puede triunfar si unimos todas las luchas que se desarrollan a nivel estatal con luchas más amplias que se despliegan a nivel transnacional y que apuntan a transformar el orden financiero mundial. Debemos construir alianzas transfronterizas que luchen por los derechos sociales no solo a nivel nacional, sino también a nivel global.
Pero quiero contestar también a la segunda parte de tu pregunta, acerca de cómo las feministas debemos relacionarnos con los partidos anticapitalistas y con las corrientes políticas de izquierda. Se trata en parte de una cuestión táctica, que tiene que decidirse caso por caso atendiendo a las particularidades locales. Pero estas decisiones deben estar orientadas por dos consideraciones generales.
En primer lugar, cualquier feminismo que apunte a liberar a todas las mujeres debe ser un feminismo anticapitalista. Los feminismos liberales y procapitalistas pueden, como mucho, empoderar a un estrato pequeño y privilegiado de mujeres profesionales que cumplen roles de dirección en las empresas, mientras dejan a la gran mayoría de las mujeres expuestas a abusos de todo tipo.
En segundo lugar, las feministas, por más numerosas y radicales que seamos, no podemos transformar la sociedad solas. La transformación estructural profunda que necesitamos solo puede ser alcanzada por medio de una alianza anticapitalista con bases amplias, que también debe incluir a los movimientos radicales y a los partidos políticos que hasta este momento no han priorizado las cuestiones de género. Tendremos que presionarlos para que lo hagan, a medida que nos unimos al ecologismo radical, al antirracismo, a los movimientos por los derechos de inmigrantes, a los sindicatos y otras organizaciones similares. Esa es la única vía hacia una transformación social a gran escala.
Es también la única vía hacia un feminismo realmente emancipador. Ciertamente, nuestras preocupaciones principales son el género y la sexualidad. Pero estos asuntos no existen en el vacío y no pueden ser abstraídos de la matriz social más amplia en la cual están inmersos, que se define también por grandes fracturas producidas por otras injusticias sociales. Por lo tanto, las feministas debemos ampliar nuestra agenda más allá de lo que generalmente se entiende como “la cuestión de la mujer”. Por eso insistimos justamente en que los movimientos obreros amplíen su agenda para incluir al trabajo reproductivo, tal como decías. Pero nosotras también necesitamos ampliar nuestra agenda para incluir todo el espectro de cuestiones que ciertamente afecta a las mujeres, pero que también afecta a todo el mundo.
OM
¿Existe ya alguna relación entre los movimientos feministas y los partidos en los Estados Unidos? ¿Cómo actúa el Partido Demócrata en relación con este punto?
NF
El feminismo de la segunda ola en los Estados Unidos surgió como un movimiento radical antisistema; como parte de la nueva izquierda que era, no tuvo vínculos directos con ningún partido político. Pero en las décadas que siguieron, mientras su radicalismo se extinguía, las corrientes dominantes del movimiento abrazaron el liberalismo y se transformaron en un grupo con intereses específicos dentro del Partido Demócrata. Esto fue problemático porque sucedió en el mismo momento en que este partido estaba transformándose en una fuerza que se alineaba detrás del neoliberalismo y la financiarización.
El resultado fue que el “feminismo oficial” quedó atado, entre los demócratas, a políticas que dañaron profundamente a las clases trabajadoras. Esto hizo que la supervivencia de todas las feministas norteamericanas, incluyendo a las de izquierda, sea algo bastante difícil. El problema se agravó por las particularidades de nuestro sistema electoral, que arroja efectivamente una organización política bipartidista, haciendo prácticamente imposible que un tercer partido (o un cuarto, o un quinto) gane fuerza. Esto hace que el Partido Demócrata sea la única alternativa. Sin otro lugar a donde ir, los movimientos radicales solo pueden ejercer algo de influencia política luchando en su interior para cambiar su orientación.
Esto es exactamente lo que sucede hoy. Los demócratas están divididos entre el ala Clinton/Obama (“neoliberales progresistas”, tal como los he denominado) y el ala Sanders/Warren/AOC (“socialistas democráticos” o populistas progresistas anti corporaciones). Estas dos fuerzas luchan a muerte por el control del partido. Desde mi punto de vista, no hay ninguna duda acerca de que las feministas deberíamos alinearnos a la izquierda en esta lucha, incluso mientras insistimos en que el partido debería poner las ideas feministas en el centro de su agenda.
OM
En su libro habla acerca de las “cadenas mundiales de cuidados” y de la “crisis de los cuidados”, que permite que mujeres ricas contraten a mujeres pobres (generalmente migrantes o racializadas) para que se hagan cargo de sus hogares, hijos y padres, mientras aquellas pueden concentrarse en sus carreras. Tal como argumenta, a estas mujeres mal remuneradas no les queda tiempo para atender a sus responsabilidades domésticas ni familiares y deben transferírselas a otras mujeres que son todavía más pobres que ellas atravesando fronteras nacionales, y así sucesivamente ¿Podrías explicar este concepto de “cadenas mundiales de cuidados”? Y si consideramos que los intereses de las mujeres que se encuentran en la cima de la cadena son radicalmente diferentes de los de las del fondo, ¿cómo pueden reunirse en una misma lucha feminista? ¿Hay un campo de batalla común?
NF
Es una pregunta muy buena. No está claro quién acuñó la frase exacta “cadenas mundiales de cuidados”, pero mucha gente le da crédito por ello a la socióloga norteamericana Arlie Hochschild. Ella escribió un artículo muy citado (“Amor y oro”), que sugiere que el amor es el nuevo oro, el nuevo “recurso natural” que el norte global extrae del sur global. De la misma manera en la que se extraían metales preciosos en el pasado, se extrae el cuidado en la actualidad, en tanto las mujeres privilegiadas del norte asumen trabajos demandantes, llegando a trabajar de sesenta a setenta horas por semana para alcanzar cargos directivos en las empresas o incluso volverse socias en prestigiosos estudios jurídicos.
Para hacer esto, necesitan descargar sus responsabilidades domésticas y de cuidados sobre otras personas. Los compañeros varones no ayudan y los servicios públicos son recortados. Entonces, ¿a quién recurrir? La respuesta: a las mujeres inmigrantes, a menudo racializadas, que vienen del otro lado del mundo, dejando a sus propias familias bajo el cuidado de otras personas, mujeres más pobres, que deben apoyarse a su vez sobre otras que son todavía más pobres que ellas. De aquí la imagen de una red de cadenas de cuidado mundiales, en analogía con las cadenas mundiales de mercancías. Pero, por supuesto, esto no es una solución. En lugar de solucionar los déficits de cuidado, esto simplemente desplaza el problema en la cadena hacia mujeres que son cada vez menos privilegiadas. Es como el juego de la silla: cuando la música se detiene, alguien se queda sin lugar para sentarse. En efecto, la liberación de las mujeres privilegiadas en las ciudades centrales está construida sobre la extracción de “oro” de la periferia.
¿Dónde queda –me preguntas– la idea de sororidad mundial? Yo creo que esta no es la mejor forma de pensar las políticas feministas. Prefiero decir que existen muchos feminismos diferentes que compiten entre sí, con concepciones diferentes acerca de la igualdad de género, de las causas del sexismo y de qué debe ser transformado y cómo esto debe hacerse. Estas concepciones difieren mucho en su orientación de clase y racial/étnica/nacional. Visto de esta forma, el feminismo no es una especie de sororidad mundial, sino que es un campo de batalla político-ideológico. Y eso es algo bueno porque tenemos que luchar realmente por estas cuestiones.
Preguntas si todas las mujeres comparten los mismos intereses. Ciertamente no, si asumimos que la gente define sus intereses en relación con las estructuras y las instituciones existentes. En ese caso, los intereses de las trabajadoras domésticas migrantes entran en conflicto directo con los de las mujeres privilegiadas que las contratan por largas horas, pagándoles salarios bajos y sin garantizarles derechos laborales. Por otro lado, no debemos considerar la forma en que se expresan los intereses en un momento determinado como si fuese una verdad sacrosanta. En los períodos de crisis, mucha gente se radicaliza y comienza a comprender sus intereses de forma diferente. Cuando las personas son atraídas por proyectos de transformación social, redefinen estos intereses bajo una nueva luz. Posiblemente, algunas mujeres de la clase profesional que ocupan roles ejecutivos, y que ahora se ven atraídas por las formas neoliberales del feminismo, se “convertirán” –por así decirlo– al feminismo del 99%. Pero esto solo sucederá si nuestro movimiento se vuelve lo suficientemente amplio, fuerte y convincente en su afán de ofrecer una vida mejor para todo el mundo.
¿Qué significa esto en relación con la crisis de los cuidados? Las feministas del 99% apuntamos a transformar completamente las relaciones entre “producción” y “reproducción”. Decimos que nadie debería verse obligado a trabajar sesenta o setenta horas a la semana para tener una vida respetable. Cada quien debería poder disponer de una semana de trabajo más corta y de mucho más tiempo para la vida familiar, la participación política y otros tipos de disfrute. Nadie debería verse encerrado en juegos de suma cero que nos fuerzan a quitar de una actividad fundamental de la vida lo que ponemos en otra. Todas y todos deberíamos tener acceso a una asistencia amplia y generosa para efectuar trabajos de cuidado (lo cual implica a Estados, amistades, vecinas y vecinos y asociaciones civiles). Los hombres deberían ser tan responsables y estar tan comprometidos con estas actividades como las mujeres. Solo este enfoque puede resolver verdaderamente la crisis actual del cuidado y hacer que la vida sea mejor para el conjunto.
OM
El manifiesto aboga por un feminismo capaz de involucrar a la gran mayoría de las mujeres sin dejar de apuntar a una transformación social radical. De esta manera, devela la hipocresía del feminismo corporativo progresista y neoliberal, con su ideología de “romper el techo de cristal” (lo cual deja a otras mujeres, que tienen menos posibilidades y menos capital humano, directamente “en el sótano”).
Pero, ¿a quiénes apunta su manifiesto? ¿A activistas feministas que ya están militando o a posibles activistas futuras? Aun si tu diagnóstico es correcto, esta idea individualista de “integrarse”, que borra cualquier otra consideración de clase y raza, es todavía muy poderosa para muchas mujeres, especialmente para aquellas que no están muy politizadas. Y a pesar de que la ideología neoliberal se está debilitando lentamente, todavía hay una antropología neoliberal que influye, no solo en lo alto del 1%, sino también entre mujeres de clase media e incluso entre mujeres pobres. ¿Debemos rechazar completamente este tipo de feminismo? ¿O hay otra forma de utilizarlo con fines sociales o progresistas?
NF
Es posible que tengas razón acerca de que el sentido común de muchas personas de las clases medias y altas sigue siendo liberal o neoliberal. Pero creo que este sentido común ha perdido mucha credibilidad en otros estratos. Ahora que la neoliberalización se dio contra la pared, la gente de las clases trabajadoras y pobres insiste en que la cosa no está funcionando, como también lo hace la parte más baja de las clases medias. Esto es lo que hace que la idea del feminismo para el 99% sea más que un sueño imposible: la realidad social ya nos ha situado a medio camino.
A medida que las personas pierden la fe en los partidos y en los políticos tradicionales, se encuentran con la necesidad de pensar las cosas por fuera de los marcos prestablecidos. Este es ciertamente el caso de quienes apoyan a Donald Trump, Jair Bolsonaro, Narendra Modi y Matteo Salvini. Pero también es el caso de quienes se ven atraídos por formaciones más ambiguas como el Movimiento Cinco Estrellas y por figuras populistas de izquierda como Sanders, Jean-Luc Mélenchon y Jeremy Corporn.
En esta situación de incertidumbre, de fluidez y experimentación, es absolutamente crucial que las feministas de izquierda (como también las personas de izquierda en general) aprovechen la oportunidad y ofrezcan una alternativa, no solo al populismo de derecha, sino también al “neoliberalismo progresista”. Es un momento en el cual las opiniones de la gente cambian rápidamente, y necesitamos aportar nuestras mejores ideas a esta amalgama.
Me preguntas: ¿para quién escribimos el manifiesto? Bueno, para un rango amplio de lectores. Lo escribimos en parte para quienes ya están cerca de alguna forma de feminismo de izquierda, un grupo que incluye a grandes cantidades de mujeres jóvenes (y, por cierto, ¡también hombres jóvenes!) que se han radicalizado, que quieren militar. Muchas de ellas no saben todavía gran cosa acerca de lo que son el capitalismo, el feminismo o el socialismo. Se han politizado recientemente y están sedientas de una perspectiva que pueda guiarlas.
OM
Y no rechazan la palabra “socialismo”… al menos en Estados Unidos.
NF
Bueno, es verdad que Estados Unidos es diferente a Europa en este punto. Históricamente, Europa tuvo grandes partidos socialistas, muchos de los cuales están colapsando en este momento porque apoyaron la neoliberalización. Por el contrario, Estados Unidos no ha tenido ningún partido importante que se haya denominado a sí mismo “socialista” casi por un siglo. Por lo tanto, puede ser más fácil para nosotras reclamar esta palabra; aunque ustedes [en Europa] tal vez necesiten encontrar otras nuevas. Pero en ambos continentes (¡y también en otros!), muchas personas están gravitando hacia la izquierda, lo que incluye tanto a gente que ya era feminista como a gente se está volviendo feminista en este momento.
Todas estas personas se cuentan entre quienes leen el manifiesto en diferentes países. Algunas agrupaciones en partidos políticos y sindicatos lo están utilizando en grupos de lectura para educar a sus integrantes. El manifiesto también se lee en las universidades, tanto en los programas de estudios de género como en otros departamentos y programas. También hay lectoras y lectores que no han mostrado particular interés en el feminismo, pero que activan en la izquierda de otros movimientos, tales como el movimiento obrero, movimientos antirracistas o ecologistas.
Esto es importante porque el manifiesto puede servir como un modelo para otros movimientos. El activismo verde puede adaptar nuestra estrategia desarrollando un ecologismo para el 99%; las y los antirracistas pueden formular su antirracismo para el 99% (y así podría continuarse la lista). Finalmente, recuerda que nuestro manifiesto fue publicado simultáneamente en veinte idiomas, y muchas traducciones nuevas están en proceso. Esto muestra que hay un interés generalizado en este tipo de pensamiento, que apela a una variedad de lectoras y lectores que antes se encontraba diseminada pero que podría estar convergiendo en este momento.
OM
Muchas personas reducen todo a la “clase trabajadora blanca” argumentando que el feminismo y el antirracismo crearán inevitablemente conflictos inútiles al interior de la “clase” (como si la clase estuviese compuesta exclusivamente por hombres trabajadores blancos). ¿Cómo responderías a esto? Si muchos hombres blancos de clase trabajadora en el Rust Belt votaron a Trump, ¿cómo puede una fuerza política de izquierda convencerlos de que el feminismo y el antirracismo no son simplemente agendas de reconocimiento identitario que compiten entre sí, sino que apuntan sobre todo a la distribución de la riqueza? ¿Cómo puede la izquierda crear un bloque hegemónico capaz de aliar a la clase trabajadora de la manufactura, la minería y la construcción, con sectores que dependen de sus salarios pero que desempeñan sus actividades en trabajos de servicio, en el trabajo doméstico y en el sector público, grupo que incluye especialmente a mujeres, inmigrantes y personas de color?
NF
La izquierda debería tratar de convencer a todos estos grupos de personas, que generalmente no se conciben como aliados, de que deben hacer justamente eso: unirse. Debemos intentar mostrar a estos dos grupos que, más allá de lo diferentes que parezcan ser sus problemas en la superficie, están anclados en un único sistema social, que es el capitalismo financiarizado. Esto implica ofrecerles un mapa con el cual cada grupo pueda ubicarse en relación al otro, identificar a su enemigo común y encontrar la posibilidad de unir fuerzas contra este enemigo. Esta es mi idea general acerca de qué debería hacer la izquierda en este momento.
El manifiesto es un ejemplo de este tipo de estrategia. Por supuesto, no habla directamente a las capas del Rust Belt que votaron por Trump en los Estados Unidos, ni a quienes podrían ser sus análogos en otras partes del mundo. Habla a un amplio grupo de lectoras y lectores feministas y de izquierda que confían en nosotras. Y, como dije, bosqueja una suerte de mapa que puede ser adaptado en sectores entre los cuales son ellas y ellos quienes gozan de credibilidad.
Incidentalmente, he propuesto en otro lugar (en “Lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer”) que una estrategia populista de izquierda podría unir al menos a una parte de quienes votan a Trump en el Rust Belt con otras fracciones de la clase trabajadora estadounidense (mujeres, gente de color, inmigrantes) que en el pasado han apoyado a sus opositores neoliberales progresistas (Obama, los Clinton y ahora Joe Biden). Veo al feminismo para el 99% como una tendencia importante en esta potencial alianza contrahegemónica, que debe acoplarse a muchas otras tendencias distintas.
OM
¿Qué debería hacer un populismo de izquierda para ganarse a la clase trabajadora del Rust Belt? Después de todo, la mayoría probablemente no sea racista, ni homofóbica, ni misógina, ni nada de esto (aun si existe una parte que realmente lo es). Debe haber una forma de dirigirse a ellos nuevamente.
NF
Sí, exactamente. Es crucial que nos dirijamos a ellos. Si no lo hacemos, simplemente se los estamos cediendo a la derecha. Lo primero que hay que hacer es reconocer que tienen reivindicaciones legítimas. Esto también implica reconocer que tienen motivos para rechazar a los partidos neoliberales principales, que destruyeron la economía política que les había dado algo de dignidad y un motivo para pensar que sus hijas e hijos podían tener mejores vidas. Todas estas expectativas se han desvanecido completamente en la actualidad.
El problema es que muchas y muchos–al menos por ahora– están siendo arrastrados hacia perspectivas que les brindan una interpretación errada de a quién hay que culpar por todo esto. Debemos decir “tienes razón en tu enojo, pero estás apuntando al sospechoso equivocado: no son los colectivos inmigrantes, ni la gente de color, ni los mejicanos, musulmanes, africanos, o judíos. Los verdaderos culpables son el neoliberalismo y las finanzas mundiales”.
Esto también da una pauta de cómo podemos distinguir al populismo de izquierda del populismo de derecha. Ambos movilizan a las masas contra un estrato elitista que se supone que oprime al “pueblo” desde arriba. Pero los populistas de derecha simultáneamente se movilizan en contra de un estrato más bajo que frustra al “pueblo” desde abajo, ya sea que se trate de comunidades negras, latinas, de inmigrantes, musulmanas, árabes o judías.
De esta manera, el populismo de derecha posiciona al “pueblo” amenazado en el medio, atrapado entre sus enemigos “superiores” e “inferiores”; combina el resentimiento contra las élites ricas con el chivo expiatorio de las minorías desfavorecidas. Esa es la diferencia clave con el populismo de izquierda. Lejos de apelar a estos chivos expiatorios, [el populismo de izquierda] invoca una comprensión más amplia del “pueblo”, uniendo a los estratos medios y a los estratos más bajos (o al menos a eso apunta) en contra de una pequeña clase alta o élite. El movimiento Occupy entendió esto perfectamente cuando apuntó al 1% en nombre del 99%.
Esta es otra diferencia clave. El populismo de derecha tiende a caracterizar a las élites odiadas en términos identitarios, mientras el populismo de izquierda las define por su rol funcional o por su posición estructural en la sociedad. Por lo tanto, mientras los populistas de derecha se movilizan contra el “liberalismo secular”, contra los “banqueros judíos” o contra los “homosexuales”, sus contrapartes en la izquierda apuntan a “Wall Street”, las “Big Tech” o a las “finanzas mundiales”.
OM
En un artículo de otoño de 2017 argumentó que tanto el neoliberalismo progresista (la alianza entre el multiculturalismo, el feminismo, la comunidad LGTBQ y el ecologismo y lo que tú has llamado la “Goldman Sachsificación de la economía estadounidense”) como el neoliberalismo reaccionario (políticas neoliberales de distribución acopladas con políticas de reconocimiento reaccionarias) han ido perdiendo lentamente su hegemonía en los Estados Unidos luego de la crisis económica.
Esto ha producido una “brecha hegemónica” que ha sido colmada por el ascenso del populismo (sea progresista o reaccionario). Trump ganó en un primer momento esta lucha por la hegemonía gracias a sus promesas acerca de una política de distribución más fuerte.
Su punto es que a pesar de que durante su campaña de 2016 se presentó a sí mismo como un “populista reaccionario”, sus políticas reales lo han desenmascarado como un “neoliberal híper-reaccionario”. Esto significa que ha abandonado las políticas de distribución y solo ha implementado las políticas de reconocimiento reaccionarias. ¿Es esta intensificación de las políticas identitarias más reaccionarias (patriarcales, misóginas, homofóbicas, racistas), sin ninguna agenda redistributiva que la acompañe, suficiente para mantener un consenso duradero?
NF
Es fascinante ver cómo se desenvuelve este drama trumpiano: cada día nos sorprende con algo más impactante que el día anterior. Pero aun así, Trump no ha favorecido la creación de trabajos bien remunerados en el sector de las manufacturas ni ha instituido proyectos de obras públicas que apunten a reparar nuestra decadente infraestructura. En los Estados Unidos también tenemos puentes que colapsan y matan gente.
A pesar de que Trump hizo campaña prometiendo invertir en tales proyectos de obras públicas, no ha hecho nada en ese sentido. Prefiere el plano de la fantasía, argumentando falsamente que está construyendo un “muro hermoso” en la frontera mexicana. Su guerra de aranceles con China es igualmente fantasiosa y deshonesta. Ni toda la retórica nacional-populista del mundo puede ocultar el hecho de que el sector de la clase trabajadora más empobrecida que se cuenta entre sus bases no saca ningún beneficio de estas políticas incoherentes. Aunque Trump esté causando estragos en las cadenas mundiales de suministro, en una economía mundial integrada y organizada para beneficio de la clase capitalista esto no beneficia automáticamente a las clases trabajadoras.
Por lo tanto, sí, Trump está gobernando como un neoliberal híper-reaccionario ¿Cuánto tiempo puede seguir así? Nadie lo sabe. Es obvio que, hasta cierto punto, sus acciones como presidente han traicionado a aquellos votantes que se habían visto atraídos por las promesas populistas. Pero, ¿cuántos de ellos lo abandonarán en 2020? Eso depende de qué otra cosa haya para ofrecer.
Parte del electorado de Trump está formado por miembros de sindicatos que antes votaban al Partido Demócrata. Lejos de tener credenciales racistas, mucha de esta gente votó por Obama, tanto en 2008 como en 2012, cuando éste empalmó con la retórica de Occupy para hacer campaña en la izquierda. Es igualmente importante notar que algunos votaron por Sanders en las primarias de 2016. ¿Pueden los demócratas recuperar a aquellos votantes? Creo que su mejor jugada sería nominar a un izquierdista incorregible, como Bernie Sanders o Elizabeth Warren, quienes están haciendo campaña como populistas de izquierda. Pueden darle voz a las reivindicaciones genuinas de esta capa trabajadora, reemplazando los chivos expiatorios de Trump con un diagnóstico estructural válido acerca de qué es lo que está mal y qué es lo que debe ser cambiado. Por el contrario, un neoliberal progresista y centrista como Joe Biden llevará al electorado blanco de la clase trabajadora de nuevo hacia Trump.
OM
¿Por qué piensas que la categoría de “fascismo” es inadecuada para describir la situación actual?
NF
Creo que la situación actual está caracterizada por una apertura genuina y por una gran fluidez. Un interregno, si quieres, en el cual “lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer”. A medida que el sentido común tradicional se resquebraja, la gente empieza a desplazarse por todo el terreno. Un día votan por Mélenchon, al día siguiente por Marine Le Pen.
En este contexto es contraproducente invocar el espectro del fascismo. Puedo conceder que las políticas y la retórica de Trump son odiosas y excluyentes, y que han servido para incitar a la violencia racista. Pero decir que los fascistas están a la vuelta de la esquina, que tenemos que cerrar filas con los liberales en contra de ellos, es desde mi punto de vista un error. Todavía hay posibilidades abiertas, y es tiempo de ir detrás de ellas.
Si fracasamos, entonces tal vez sí vengan tiempos en los que los fascistas estarán en el centro de la escena. Cuando ese tiempo llegue, pelearé codo a codo con los liberales antifascistas. Pero no hemos llegado a ese punto. Por el contrario, son los liberales quienes nos han traído este dañino populismo de derecha. Fue su proyecto “neoliberal progresista” el que permitió el ascenso de Trump. Y si volvemos a darles poder, crearán las condiciones para populismos de derecha todavía más dañinos, para gente que puede ser aún peor que Trump.
Sobre la entrevistadora:
Olimpia Malatesta es estudiante de doctorado en historia del pensamiento político en la Universidad de Bolonia y en la Friedrich-Schiller-Universität Jena.