El 7 de octubre de 2023, Israel lanzó, con apoyo militar y diplomático irrestricto de Estados Unidos y la Unión Europea, una agresión genocida contra el pueblo palestino en Gaza. El propósito confeso de la campaña israelí es destruir a la población palestina, matarla por todos los medios posibles, incluyendo el bombardeo, la inanición, la destrucción de la infraestructura de salud y saneamiento.
Líderes y militares israelíes han dicho abiertamente que hay que matar a todos los palestinos en Gaza. Lo hizo el primer ministro Netanyahu cuando narró la historia bíblica de Amalek; además del Ministro de Defensa quien habló de cortar todo acceso de alimentos, agua, energía… a Gaza, porque dijo, refiriéndose a los gazatíes, tratarse de “animales humanos” y por tanto les tratarían como tales.
El argumento con el que las autoridades israelíes e imperialistas intentan justificar esta campaña criminal contra la población palestina en Gaza, es la acción armada que lanzó en esa fecha el Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas) contra unidades militares y civiles israelíes. Aunque Hamas es una organización de orientación religiosa y conservadora, no deja de constituir una de las diversas vertientes de la resistencia palestina frente a la colonización y opresión sionista que se cierne sobre el pueblo palestino.
El proyecto sionista busca concentrar en territorio palestino al conjunto del pueblo judío del mundo. El problema es que no se trata de un fenómeno espontáneo de gente que migra por necesidad, sino de un proyecto colonial de hacer migrar población de diferentes partes del planeta hacia Palestina, lo que implica el reemplazo de la población nativa por la trasladada. En otras palabras, se trata de un proyecto colonial de poblamiento, como lo fue el proyecto de colonización europea de Sudáfrica y el de la colonización francesa de Argelia, entre otros. Como en esos sitios, Israel ha establecido un sistema de segregación racial, en el que la población nativa vive en un régimen legal de opresión, mientras que la población importada y sus descendientes viven en un régimen legal de privilegio. El resultado es la opresión sistemática y el despojo del pueblo palestino de sus tierras y propiedades *,* en lo que constituye un sistema de apartheid, jurídicamente reconocido como un crimen contra la humanidad.
Aunque evidentemente la víctima principal de tal estado de cosas es el pueblo palestino, dicho sistema también sirve para mantener bajo control al proletariado israelí y a la población israelí judía en general; tanto mediante el goce sistemático de privilegios como de un entramado ideológico de miedo a la rebelión de los oprimidos. La beneficiaria directa de dicho sistema es la burguesía israelí, aunque también la burguesía imperialista internacional.
Uno de los elementos clave para entender la estabilidad del proyecto colonial sionista a lo largo de las décadas, es el hecho de que Israel constituye una pieza fundamental del sistema imperialista mundial, especialmente en el Medio Oriente. Mientras que, en los veinte años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de los países coloniales obtuvo su independencia, así fuera sólo de manera formal, fue justo entonces que se constituyó el Estado de Israel. En tanto que, al finalizar la Guerra Fría en 1991, se desmanteló el sistema de apartheid en África del Sur, el constituido por Israel se ha mantenido incólume. Estados Unidos y demás países imperialistas han protegido a Israel porque ese país constituye una base militar que le permite al imperialismo proyectar su poder en una vasta región. Además, la industria israelí, en todos sus sectores, pero en especial el militar y tecnológico, está estrechamente ligada a la industria de los principales países imperialistas.
Durante un breve período, entre 1991 y 1995, cuando Estados Unidos cantaba victoria a escala global tras el derrumbe de la Unión Soviética y el bloque del Este, las administraciones estadounidenses hicieron un intento por resolver la cuestión palestina en lo que parecía que conduciría al establecimiento del Estado de Palestina. Washington consideraba que la perpetuación de la opresión del pueblo palestino constituía una causa innecesaria de inestabilidad en la región árabe. Cuando el establishment israelí decidió cerrar la puerta a la constitución del estado palestino, sus amos estadounidenses aceptaron abandonar el proyecto. A final de cuentas, la cuestión palestina dejaba de estar en el centro de las preocupaciones y movilizaciones de las sociedades árabes y, aún más, de las burguesías árabes y sus estados.
La acción armada de Hamas el 7 de octubre de 2023 y, sobre todo, la campaña genocida desatada desde entonces por Israel con apoyo estadounidense, cambió el _statu quo_. No sólo la población árabe, sino importantes sectores de la población mundial se han movilizado como nunca antes contra el colonialismo, la segregación racial del apartheid, la limpieza étnica y el genocidio israelí contra el pueblo palestino.
Para nosotres, desde el Movimiento Socialista del Poder Popular, resulta fundamental promover la solidaridad con el pueblo palestino. Se trata, de entrada, de una cuestión humanitaria. Las masacres cotidianas, la hambruna provocada, la destrucción sistemática de la infraestructura de salud y salubridad llevadas a cabo por Israel con armamento y cobertura militar y diplomática de Estados Unidos y sus aliados, han alcanzado proporciones rara vez vistas en la historia contemporánea, particularmente a este ritmo. Se trata también de una cuestión política central. El colonialismo sionista es un fenómeno específico del capitalismo en su fase imperialista. Lo condenamos tajantemente y luchamos por su desmantelamiento.
El pueblo palestino debe ser libre dondequiera que se encuentre. Sus reivindicaciones son justas. El problema no se resuelve con quitar a Benjamin Netanyahu del poder. Hay que poner fin a la opresión y garantizar la libre autodeterminación del pueblo palestino.
¡Cese al fuego YA!
¡Pasó libre e inmediato de la ayuda humanitaria!